Fibromialgia y Matrimonio.Los hijos.
Para los pacientes con Fatiga Crónica o con Fibromialgia, resulta muy difícil la vida matrimonial, porque se encuentran con la incomprensión del cónyuge.

Es obvio que el cónyuge exige los derechos que le confiere el estado matrimonial, pero no piensa en sus deberes. Y no piensa en ellos, porque cree que la enfermedad de su mujer o de su esposo es una nadería, una especie de capricho nacido quizás por qué. Y está profundamente equivocado, porque en realidad, la enfermedad del consorte produce un ambiente de notable dificultad a la interrelación de los esposos.
Entre estas dificultades destacan:
1. Extrema fatigabilidad del paciente que obliga a éste a desentenderse de los problemas de los otros, apareciendo como descortés o incluso como desaprensivo.
2. Irritabilidad que provoca reacciones desmesuradas frente a dificultades habituales.
3. Disminución de la libido o del deseo sexual, que produce frialdad hacia el otro, en el caso del hombre, y no receptividad o rechazo, en el caso de la mujer.
4. Hipersensibilidad afectiva que hace que el paciente tenga una extrema necesidad de afecto, pero incapacidad de tolerar la ternura o el afecto del otro. Esta conducta contrapuesta ocasiona gran dolor moral y severa angustia en el enfermo.
Estas situaciones, que ocurren con desusada frecuencia ante esta enfermedad, merecen ser enfrentadas con la comprensión y la generosidad que da el amor. Por ello resulta indispensable que ambos cónyuges se renueven los votos de amor, amistad, compañerismo y entrega mutua y, a partir de este marco, puedan lograr los acuerdos siguientes:
1. La enfermedad del cónyuge no es un castigo para el otro. Al contrario, es poner en práctica el estar con el otro en salud y enfermedad.
2. La medida del amor la dará la comprensión y tolerancia hacia el enfermo.
3. La palabra descuidada y el juicio ligero acerca de la afección que aqueja al paciente o menospreciar sus síntomas, deja una huella imborrable en éste y acentúa brutalmente su sensación de soledad o de sobrar en su hogar y en el mundo, y puede traer funestas consecuencias. Por ello, es imperiosa la delicadeza.
4. La comprensión hacia el paciente implica guardar silencio ante su silencio; ayudarlo en los quehaceres, aún en los más pequeños; no obligarlo a actividad alguna, agradable o no, si el paciente no la desea; no dejar de hacer aquellas actividades en las que el enfermo no quiere o no puede participar, porque esta actitud produce sentimientos de culpa en el enfermo. Estos sentimientos obligarán al paciente a hacer un esfuerzo por cumplir las demandas familiares y le ocasionarán mayor fatiga y aumento de sus síntomas.
5. La enfermedad del cónyuge no es un invento. Es cierta y es peligrosa para la estabilidad matrimonial si no se es maduro, vale decir, si no se acepta al paciente como está y se le obliga a simular estar sano. El paciente sabe que su enfermedad hace sufrir a su familia y ello es suficiente motivo de dolor para él.
Los hijos merecen un acápite aparte.
Generalmente los padres hacen lo que mejor pueden por sus hijos. Algunos conculcan incluso su descanso por ellos, para enseñarles, ayudarlos en su vida escolar, participar en sus juegos o, simplemente, por darles más facilidades en el diario vivir.
Los hijos educados en familias " sin problemas", son parecidos a aquellos de familias que presentan dificultades entre los padres, alcoholismo, cesantía o brutalidad y abandono materno o paterno.
Los hijos vienen como son.
La vida familiar y la actividad escolar pueden modificar poco el carácter, la personalidad o el ser como se es de los hijos. De este modo, debiera existir un trato personal hacia ellos y no uno indiferenciado.
Existe un Cuarto Mandamiento que obliga a " Honrar Padre y Madre". No obliga a amarlos. En el curso de la vida, este Mandamiento se va haciendo cada vez más difícil de cumplir y es por ello que en el Eclesiastés, la Palabra de Dios dice que El apartará su mirada de los pecados de aquellos que honren y cuiden a sus padres. El ofrecimiento es tan grande, que habla por sí solo de la dificultad que conlleva el honrar a los padres.
No tener claro esto es lo que ha llevado a tantos progenitores a tener esperanzas desmedidas en sus hijos y les exigen según sus expectativas: " que sean lo que yo no pude ser; que trabajen donde yo no logré trabajar; que obtengan las calificaciones de excelencia que yo no fui capaz de obtener; que me respeten más de lo que yo respeté a mis padres ".
Estas expectativas van creando aprensión en los padres cuando no son cumplidas por sus hijos y éstos van observando cómo se deteriora la relación con el padre o la madre por no ser fieles cumplidores de lo que se espera de ellos. La aprensión crea ansiedad y la ansiedad genera conductas paternas o maternas que pueden llegar a ser injustas. Y los hijos, sensibles a esta situación, cercados por el temor a las represalias o tristes por no ser capaces, aunque se esfuercen, de cumplir con las ilusiones de sus padres, comienzan a tener depresiones subclínicas, irritabilidad, somnolencia diurna, flojera, deserción escolar, inestabilidad emocional, animosidad al colegio, conductas reñidas con el respeto dentro del seno familiar, adopción de ídolos entre deportistas y artistas y, en fin, toda una gama de comportamientos que generan respuestas desmedidas en los padres.
De una u otra manera, a causa del hijo, se producen roces entre el padre y la madre y, casi habitualmente, el padre abandona emocionalmente a su hijo y la madre comienza a ocultarle a su esposo, el padre de su hijo, los problemas del muchacho. Y la madre se vuelve presa de su hijo y crítica de su esposo. El hijo se vuelve enemigo de su padre y carcelero de su madre.
Nace así el primer germen de la violencia intrafamiliar.Y se multiplican las penas y puede nacer así, en la madre, en el hijo o en el padre, una Fatiga Crónica o una Fibromialgia. Para evitar, al menos esta situación, es necesario que los padres no esperen para sí mismos nada de sus hijos, pero deben asegurarles, en la medida de sus fuerzas, todas las posibilidades de desarrollo y exigirles según razones objetivas, según cumplimiento de metas reales para los muchachos y no para satisfacción familiar a expensas de los hijos.
Los golpes, los traumas psíquicos como el poner en ridículo a un hijo frente a sus hermanos o a sus amigos, el darles la sensación de abandono o de que son mediocres, crea en el hijo una frustración cuya oquedad la llenará el resentimiento y las conductas que se originan en este.
Las malas relaciones del matrimonio, fruto de estos problemas con los hijos, distancian afectivamente a los cónyuges y la depresión o la angustia subsecuentes, pueden hacer surgir la Fatiga Crónica o la Fibromialgia en cualesquiera de los padres, como respuesta al trastorno inmunológico secundario al desgaste emocional que permite una gran alteración en el sistema defensivo del organismo.
El respeto a la persona del hijo como ser único e irrepetible, asegurará el desarrollo armónico del muchacho.
Para ser buen padre es preciso haber sido buen hijo.
Los pacientes con fatiga Crónica o Fibromialgia, se quejan de que sus hijos no los entienden, que no respetan su enfermedad. El problema es que tampoco los entenderían si estuviesen sanos.
No espere, querido paciente, que su enfermedad cambie a sus hijos. Este error, esta expectativa, sólo le traerá mayores sinsabores.
Por lo tanto, la enfermedad que lo aqueja deberá ser aceptada con todas las limitaciones que produce; respetada, para que la falta de moderación en todas las actividades vitales no la reactive o aumente y comprendida, para que el vivir no se convierta en una pesadilla.
Sin embargo, es necesario señalar que un paciente podría usar su enfermedad para obtener dividendos medidos en cuidado y en atención familiar. Es posible, pero poco probable. Esta afección es, de suyo, muy limitante y difícilmente un paciente logra convertirla en algo ganancioso, porque está impelido todo el tiempo a tratar de cambiar su imagen.
Esto último no deja de ser un error.
No se puede vivir para que los otros me acepten. Cada persona tiene su propio valor, valor de infinitud, y es esta concepción la que debe rescatarse en toda conducta humana. Nadie está obligado a satisfacer las expectativas de otro si con ello conculca su libertad o si ello le significa enfermar.
Por cierto, esta afirmación pasa siempre por el respeto a la libertad del otro y a la caridad con él.
En otras palabras, el cambio de imagen es un atentado a la más intima y profunda individualidad. Es cambiar lo que Dios hizo, por algo que los hombres quieren según sus deseos y nadie puede, buenamente, pedirle a otro que supedite su forma de ser siempre y cuando, por cierto, haya una conducta moral intachable.
Bibliografia: Dr. Santiago Soto Obrador /http://www.saludactual.cl/otros/fibromialgia.php
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